BUEN DÍA, DÍA
Más cerca del folclore que de las etiquetas pomposas, pero siempre abierta al juego de la experimentación sonora, Juana Molina vuelve a reinventar su fórmula de canciones en Un día, su quinto disco. Este mes, en medio de una gira que sigue certificando su estatus internacional, regresa al país para presentarlo en vivo. Encuentro con una cantautora insólita y sorprendente.
Entrevista Yumber Vera Rojas
Antes de esta entrevista, Juana Molina esperaba la salida de Un día, su nuevo disco. Aunque el riesgo no está aunado al éxito, la cantautora ha conseguido resultados fabulosos a partir de una idea que tiene a Segundo (01) como punto de inflexión de su recorrido: la revelación de la música popular en su bagaje y la performance como vitrina para el ensayo de conceptos. También aguarda la visita de Animal Collective, colegas en la faena de la folktrónica con los que comparte sello, Domino Records. Poco sabe el uno del otro, aunque la argentina siente fascinación por Sung Tongs, el estupendo álbum del combinado de Baltimore. Lo que no se imagina aún es que, en la previa de ese recital, Brian Weitz, miembro del grupo, le confesará su admiración por su obra y por la de Eduardo Mateo. A Feist la conoció hace tres años y acaba de regresar de girar con ella. “Nos presentaron en un festival y nos divertimos mucho. Supongo que me invitó porque sabía que nos íbamos a llevar bien. Y efectivamente fue lo que pasó”, afirma Juana. Este año debutó con bombos y platillos en España y recibió, una vez más, la ovación del público ingles, francés e irlandés. Este mes, en medio del tour que encara por Japón, Australia y los Estados Unidos, volverá a los escenarios porteños para mostrar su quinto disco: “No te imaginás las ganas que tengo de tocarlo en vivo”.
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Tu cancionero fue tomando otra dimensión a partir de los recitales… ¿Cómo capitalizaste esto en Un día?
Juana Molina: En el último tiempo, las canciones de mis discos se pusieron más arriba gracias a los conciertos. Un día es el corolario de esa situación. Disfruto tocar los temas que tienen polenta porque el público también se divierte, se arma una bola de feedback y todo entra en una suerte de trance. Vengo inspirada de esa especie de alegría que brinda la compenetración con el show, cuando te das cuenta de que el cuerpo se mueve solo, donde el cerebro desaparece, la mente se borra y todo pasa a ser una cosa más directa de transmisión. Eso me produce mucho placer… La música debería ser así. Igualmente me gusta pasar de eso a la llanura de Son (06), que irradia una profundidad distinta, donde todo es lento.
¿Sentís que este nuevo trabajo late desde el arrebato?
Más que arrebatado, Un día es agresivo. De hecho, no tenía nada antes de armarlo. Es que, en 2007, estuve un poco alejada, por asuntos personales, de la composición y de todo lo que tuviera que ver con la creatividad musical. Fue como un capricho terminarlo para que apareciera este año. No quería quedarme dormida y que se me pasara el tiempo, porque viste cómo son los sellos con eso de que “tiene que salir en tal época, si no queda para dentro de seis meses”. Me dieron una fecha límite, que parecía imposible, y las canciones comenzaron a surgir sin pensar. Mientras ensayaba para un show, brotó el tema Un día, y en ese instante me di cuenta de que el álbum estaba terminado.
La realización de tus discos anteriores te llevó alrededor de dos años. Ahora, en cambio, duró sólo algunas semanas…
El otro día alguien me hizo un comentario que me encantó: era algo así como que yo hice todo un camino para llegar a un lugar, y que ahora este disco estaba hecho desde ese lugar. Cuando lo escuché, sentí que era posible. También el hecho de tocar en vivo me cambió muchísimo. En los últimos cuatro años toqué tanto… Esa dinámica me trajo hasta este disco. Dejé de lado la cosa sutil o lenta para ponerme más rítmica; me parecía que así la pasaba mejor y la gente se divertía en los shows.
Además de la puesta en vivo, ¿el contexto influyó en la composición?
No creo que haya tenido algún tipo de influencia porque no estoy muy al tanto de lo que pasa. No miro televisión, no escucho radio y el poco diario que consumo lo leo por Internet.
En el tema que titula el disco decís: “Voy a cantar las canciones sin letras y cada uno podrá imaginar”. ¿Por qué en tus canciones la voz fue quedando en un plano cada vez más abstracto y complementario?
A veces pasa que las canciones me salen sin letras, pero tienen tanto lenguaje e imágenes, que si les pongo algún tipo de historia se tornan banales y terrenales. Al igual que en la música instrumental, hay composiciones que desarrollan su propio lenguaje y no necesitan más de lo que ya se está diciendo. Hay melodías que puedo cantar sin letra. No es que tenga algo esencial para decir, lo fundamental lo digo con la música.
¿Cómo queda entonces el imaginario de canción que venís labrando desde Segundo?
Todos los discos tienen cosas suyas, cada uno es como un muestreo de lo que vendrá. Pero algo pasó antes de la aparición de Segundo: conocí a Leda Valladares. Debido a que ella siempre estuvo muy cerca de mi padre, las dos sabíamos mucho de la otra. Tras un rato largo de conversación, me dijo: “Ya entendí: yo canto para decir y vos decís para cantar”. Y me pareció que ésa era la clave. Siempre escribí una letra para poder cantar la música que se me ocurrió, y ella hacía una canción para poder decir la letra que había escrito. Lo que sí siempre trato es de no escribir una estupidez máxima.
¿Fue por alguna razón en especial que en Un día redimiste a la poeta uruguaya Marosa Di Giorgio?
Pese a que es una de mis escritoras favoritas, no fue a propósito. Estaba cantando algo que me salió acerca de los hongos, pero no sabía muy bien qué decir. Entonces pensé: “Vamos a hablar sobre lo que sabe Marosa de los hongos”. Hay un relato de ella, cortito y que no está muy explicitado en la canción, que dice que “lo terrible de los hongos es que todos llevan la inicial del muerto del que provienen”. Lo primero que leí de ella fue ese cuento que está en La flor de lis. He regalado libros de Marosa a mis amigos, y a la mayoría no les gusta. Es una escritora con un universo propio tan fuerte que no te deja demasiadas opciones: o te sumergís en su mundo o no lo entendés.
De todos tus discos, ¿no te parece que éste es el que denota mayor influencia de Eduardo Mateo?
Realmente me cuesta ver algo de Mateo en mi música, pero me encanta que esté, que esté sin que me dé cuenta. Mis canciones tienen algo de él, de Tótem y de toda esa música uruguaya de los setenta, que fue con la que crecí, mezclada con otros sonidos como los del rock progresivo. Es una cosa que debe haber despertado algo en mí, algo que tenía medio latente. En mi familia esos discos estaban a disposición de todos, pero la única que los disfrutaba era yo. Me alegro de que eso se refleje ahora.
//La nota completa en el número 131 (diciembre 2008) de Los Inrockuptibles.
Un día (Domino/Acqua Records)>>
http://www.losinrockuptibles.com/entre-juana.html